domingo, 6 de marzo de 2016

XVI. EL ROMANO Y EL ATENIENSE


es conveniente observar el lugar que ocupada la religión en la vida de un romano. su casa era para el lo que para nosotros el templo, estando en ella su culto y sus Dioses. su hogar era un Dios; las paredes, las puertas, el umbral, otros tantos dioses, los hitos que limitaban su campo también Dioses; el sepulcro, un altar, y sus antepasados, seres divinos. cada una de sus acciones ordinarias era un rito, y su día entero pertenecía a la religión. por la mañana y por la tarde, invocaba a su hogar, a sus penates a sus mayores, y tanto al salir de su casa como al volver a ella les dirigía una oración.
el ateniense, a quien se suponía un ser inconstante, caprichoso y libre pensador, tenia, por el contrario, un gran respeto a las vicias tradicionales y a los antiguos ritos, siento su principal religión, y la que le merecía devoción mas fervorosa.

XVII.  DE LA OMNIPOTENCIA DEL ESTADO. LOS ANTIGUOS NO CONOCIERON LA LIBERTAD INDIVIDUAL:   La ciudad estaba fundada sobre una religión y constituida como una iglesia. este era el origen se su fuerza, de su omnipotencia y del imperio absoluto que ejercía sobre sus miembros. en una sociedad fundada y establecida bajo tales principios no podía existir la libertad individual, por que el ciudadano estaba sometido a la ciudad en todo y sin reserva alguna, perteneciendo enteramente a esta.
ni la vida privada se eximían de la omnipotencia del estado. la ley ateniense prohibía en nombre de la religión, al individuo que permanecía célibe .
muy lejos estaba de ser libre la educación entre los griegos, cuando, por el contrario, en nada ponía tanto cuidado el estado como en dirigirla. en esparta no tenia el padre el derecho alguno sobre la educación de sus hijos, y aunque 
en atenas parecía menos rigurosa la ley, sin embargo, la cuidad hacia que fuese común la educación, dirigida por maestros elegidos por ella. 
es pues un gran error haber crecido que el individuo disfrutaba de libertad en la ciudades antiguas, cuando ni siquiera tenia idea de ella, ni imaginaba que pudiese existir derecho opuesto a la cuidad ni a sus dioses. 

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